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EL CHICAMOCHA Y EL RESPETO

  • Mauricio Olaya
  • 22 abr 2017
  • 9 Min. de lectura

La inclemente canícula asoma en lo alto del cenit, las rocas castigadas por los rayos del sol adquieren un color mágico y arriba, el fotógrafo busca no dejar pasar estos instantes de encuentro cercano en el corazón del Chicamocha.

En la geografía colombiana se registran 630 depresiones montañosas clasificadas como cañones. Su constitución es variable de acuerdo al piso térmico de su localización, pero en mayor grado, determinada por la localización con respecto a las corrientes de aires y vientos, que son determinantes a la hora de proveer las condiciones que favorezcan las lluvias y la humedad. Por estas condiciones, estos cañones se clasifican como pertenecientes al sistema de bosque seco tropical.

El Cañón del Río Chicamocha, el mas importante y de mayor reconocimiento en el ámbito nacional, de hecho, el segundo cañón mas profundo del planeta, con depresiones que alcanzan los 2 kilómetros de profundidad, pertenece a esta clasificación.

Si a las condiciones naturales de estas montañas amenazantemente áridas, le sumamos el hecho de hacer parte del inventario crítico del país, con unas estadísticas absolutamente críticas que determinan que en estas geografías escasamente subsiste el 1,5% de la cobertura vegetal original, la cual se ha visto afectada por el uso de los mínimos espacios posibles para convertirlos en potreros o en zonas de pastoreo, en especial de cabras, especie introducida desde épocas de la conquista y que hoy se constituyen en depredadores de una dimensión no medida y que sin duda, son aportantes significativos a la reducción de posibilidades de permanencia de ecosistemas verdes que protejan de las inclemencias climáticas estos parajes.

La imagen no puede ser mas disiente de lo que representa el paisaje del Chicamocha, montañas profundas y un escenario árido donde el verde se sugiere apenas en pequeñas manchas cromáticas. Fotografía de César David Martínez

VAMOS POR LA CEIBAS BARRIGONAS

Con el norte puesto en servir de guía a uno de los escasos núcleos de alta presencia de la ceiba barrigona - Cavanillesia chicamochae -, sin duda uno de los árboles mas hermosos, únicos y particulares entre la extensa oferta arbórea de nuestro país, emprendimos la aventura de acercanos a ellos, en la ruta caminera que une la vereda Las Aguadas del municipio de Aratoca, con el Corregimiento de San Rafaél, perteneciente al municipio de Cepitá, lugar que sin duda puede ostentar y presentarse como el corazón mismo del Chicamocha.

Tres visitantes expectantes por conocer y estar cerca a estos hermosos árboles de nuestra naturaleza del asombro: el reconocido fotógrafo documentalista César David Martínez, coautor de mas de 30 libros sobre la riqueza folclórica, geográfica, cultural e histórica de nuestro país y quien confesara, a pesar de haber estado muchas veces en Santander, nunca había tenido el privilegio de adentrarse entre sus montañas, por lo que la atracción del recorrido tenía la doble motivación de estar frente a un paisaje que le movía su inspiración creativa y especialmente, reconocer el árbol del que tanto le habían hablado como una maravilla de nuestro territorio.

Nos acompañaba también el iniciado pero muy entusiasmado y entusiasta fotógrafo en construcción, Héctor Tristancho, para quien emprender este periplo, representaba un reto personal y una oportunidad de seguir en su tarea de construir imaginarios visuales, que son la materia prima que hace al fotógrafo de vida, pasión y profesión.

Mi hermano Fabio Alberto, comerciante, aventurero de juventud y ahora pescador de afición, para quien la montaña solo le reportaba un interés de turista y de eventual alternativa a un fin de semana sin otra expectativa que la de disponerse a ver una serie televisiva o darle pierna suelta al sueño.

El último de los caminantes era yo, quien ostentosamente fungiría de guía, teniendo como antecedente que esta era la cuarta vez que emprendería esta ruta, pues anteriormente las había cubierto en calidad de caminante, en las rutas entre San Rafael y Cepitá y en la difícil travesía hacia la Laguna de Ortíces en los territorios de García Rovira.

La Ceiba Barrigona se localiza en pequeños núcleos y hoy su permanencia está altamente amenazada pues su crecimiento es muy lento y la posibilidad de nuevos árboles se ve amenazada por la presencia de las cabras, que se alimentan de sus semillas apenas recién germinadas.

Tras un suculento desayuno santandereano con changua y arepa de maíz pelado en el pueblo blanco de Aratoca, iniciamos el periplo hacia la vereda Las Aguadas, donde la inquietud general llevaba a la pregunta, quien vive o de que viven o mejor, para qué optar como territorio de vida estas lejanías que no daban señas de mayores probabilidades no solo de sustento, sino de una forma de economía sostenible y atractiva. Soledad, montañas y aridez eran el común denominador, lo que me llevó a relacionarles al grupo la relación que en su momento estableció la antropóloga santandereana Virginia Gutiérrez de Pineda, hoy presente como imagen central del nuevo billete de cinco mil pesos y autora del mas profundo estudio sobre la relación entre territorio, cultura y caracterización de la familia colombiana, quien argumentaba que precisamente por estas condiciones de vida que le exigía el paisaje al hombre santandereano, era su carácter recio, individualista y de un tesón a toda prueba.

Sin prever que el clima iba a variar del modo como lo hizo, consideré sugerir que era suficiente con que cada uno de los caminantes llevara consigo un litro de agua, decisión que mas tarde habría de lamentar, puesto que el clima se volvería el termómetro de nuestras reales capacidades, máxime que el encuentro cercano con las primeras ceibas (al otro lado de la ladera ya las habíamos fotografiado y admirado en su dimensión, mas se requería buscar estar cerca de ellas, palparlas, observarlas, reverenciarlas, conocerlas en su real grandeza que solo su cercanía lo hacía factible), exigiría recorrer cerca de 6 kilómetros de un empinado tramo, cuyo retorno exigiría una alta dosis de resistencia cardiovascular y necesaria hidratación.

SU MAJESTAD LA CEIBA BARRIGONA

Como hijas de un territorio y una geografía geológica que se remonta a hace mas de 600 millones de años, hacia el final del Proterozoico, periodo en que los continentes eran uno solo y apenas empezaban a separarse, la historia de estos árboles se vuelve una Biblia de la vida. Sus cortezas que semejan el caparazón de una tortuga o un armadillo, sus abultados buches y la forma como sus ramas se multiplican y conforman su estructura visible, hacen de la ceiba barrigona una especie arbórea única en su género.

Razones le sobran al fotógrafo y vigía de amor por esta especie Pedro José Ribero, cuando asegura que no hay ceiba que si quiera se parezca una a otra, son únicas, cada una tiene identidad propia, registro propio, faz propia y en su veneración, hasta nombre propio.

Los pasos de los caminantes se apresuran a descender bajo la promesa de este guía no autorizado de que a la vuelta de ronda se encontraran los preciados tesoros. Es tiempo de un merecido receso, en el marco de un pequeño oasis de sombra, bajo el marco protector de un pequeño conjunto de gallineros y de cujies (tropillos), quizá junto con la ceiba barrigona y uno que otro árbol carate o siete cueros, las únicas especies arbóreas presentes en este poco amable ambiente seco del Chicamocha.

En el camino César David se ha empeñado en escalar una pequeña ladera, buscando el mejor punto de vista para incluir en el paisaje la presencia de una de las tres especies, entre las cuarenta registradas en el mundo del cactus del género Melocactus, conocidos popularmente como ¨cojín de suegra¨ y en estas geografías como ¨cabeza de indio¨.

César David en sus piruetas, buscando el mejor ángulo para registrar la presencia de este cactus endémico del Chicamocha.

El resultado perfecto del esfuerzo del fotógrafo y abajo el caminante en su trasegar hacia la búsqueda de las ceibas del camino. Fotografía César David Martínez

Merecido receso y a continuar el camino. Impactado por el primero de los árboles que se encuentran a la vera de trocha, César David se aparta y se dispone a encontrarse con la magia de la Cavillanesia. Héctor y y yo continuamos el camino, con la promesa de que a menos de 500 metros o algo mas, encontraremos otros hermanos barrigones con mejores opciones de servirnos de modelos frente al imponente paisaje del Chicamocha en su dimensión cercana.

En efecto, frente nuestro nos encontramos con un pequeño núcleo de ellas. El reloj nos indica que estamos sobre el filo preciso del medio día. El sol sobre nosotros se muestra inclemente, pero a todo juicio, el paisaje y la presencia de nuestro objetivo del día nos hace desconocer su presencia. Nos centramos en buscar por todos los ángulos posibles el mejor registro, de un lente pasamos a otro y otro, la mirada no se agota y el cansancio o el calor es lo de menos, mientras se viva con pasión este gran encuentro.

Hector se soslaya con el paisaje, explorando con su teleobjetivo, posibles encuentros a la distancia de la mirada.

Un hermoso ejemplar de la ceiba barrigona nos enmarca el paisaje de Las Aguadas que discurren desde lo alto de la montaña, buscando el hoy lecho seco de una quebrada de las muchas que en época de lluvias alimenta al río madre del Chicamocha del que son sus afluentes.

Habrá pasado quizá una hora entre el momento en que nos encontramos con las ceibas objeto de nuestra visita y la hora de reagruparnos para buscar el camino de retorno. Las imágenes capturadas son satisfactorias y en ellas queda el registro de la presencia del astro rey en todo su poderío, su presencia poderosa y la deuda que está a punto de cobrarnos por la osadía de emprender esta aventura, sin las debidas precauciones en materia de hidratación.

Retomamos el camino y es en este preciso momento cuando caemos en cuenta que el el preciado líquido se ha reducido a su mínima proporción. Quizá nos quede menos de una quinta parte del contenido, con el agravante que la temperatura ha hecho de las suyas y la bebida es ahora caliente, como la temperatura que nos abraza que por datos obtenidos en el celular alcanza los 41 grados.

El astro rey se asoma por entre el follaje de esta ceiba joven en lo alto de la bóveda celeste, que ahora se convierte en nuestra amenaza total al abrazarnos con una temperatura que exige una hidratación permanente y de la que carecíamos en ese momento crucial.

Es hora de reflexionar y tomar decisiones. Bajo las actuales circunstancias devolvernos implicaría enfrentar una muy segura derrota por la fuerza del clima y la exigencia del escarpado ascenso. La fortuna está de nuestro lado y tenemos una débil señal de celular que nos lleva a contemplar la posibilidad de pedir auxilio o como segunda alternativa, arriesgarnos a continuar el camino y en lugar de devolvernos, buscar llegar al poblado de San Miguel, donde podríamos buscar apoyo y auxilio.

La comunicación se logra con el jefe de comunicaciones de la Gobernación de Santander, quien diligentemente nos hace el canal de enlace con Ramón Ramírez, director de Atención y Prevención de Desastres del Departamento. Corroboramos que no es que es que nos encontremos perdidos, sino que carecemos de agua para emprender el retorno. Minutos después tenemos una nueva y esperanzadora llamada. Al otro lado de la línea se presenta Benjamín Muñóz, Comandante del Cuerpo de Bomberos de Aratoca, jurisdicción del sitio donde nos encontramos en ese momento. Toma nota de nuestra ubicación y condición, sugiriendo no continuar el camino, sino regresarnos al lugar donde podamos encontrar la mayor sombra posible: ¨la insolación puede resultar mas peligrosa que la misma deshidratación, nos advierte¨.

Fabio toma la iniciativa de ir subiendo. Al fin y al cabo su experiencia como pescador del Magdalena, lo tiene mas acostumbrado a enfrentar el calor. Todos nos animamos ante el anuncio de que el auxilio en agua está convenido, lo que sumado a los truenos distantes que nos advierten la posibilidad de lluvia y por ende la amenaza adicional, habida cuenta las dificultades de un camino a borde de precipicio y unas laderas que con seguridad traerían deslizamiento de piedras y barro ante la llegada de un aguacero, se convierte en el leit motiv para darle fuerza al espíritu y emprender lentamente el retorno.

El comandante de bomberos me tiende la mano para dar un salto en un sector riesgoso del camino, donde la erosión amenaza con llevarse el delgado camino. Foto: César David Martínez.

La aventura ha llegado a feliz término gracias al apoyo del cuerpo de bomberos de Aratoca que nos brindaron su pronta atención. Ahora es tiempo para despedirnos con la última fotografía del día. Foto: César David Martínez

Finalmente llega el encuentro y de su mano el preciado líquido que es bebido sin control alguno por los agotados caminantes. El agradecimiento al comandante de bomberos de Aratoca, Benjamín Muñoz, natal de estos riscos y conocedor como el que mas de los riesgos que implica emprender una ruta como estas sin la adecuada preparación, nos recibe con una botella de agua y un Gatorade como suero hidradante. Nos acompaña y metros adelante se le une su compañero Ómar Muñoz Díaz, que se convierten en nuestros héroes del camino.

La lección está aprendida. El Chicamocha exige respeto, pues además de la debida veneración que convoca la belleza de su paisaje, constituye un reto para cualquier caminante que no haya tomado dos precauciones insalvables: madrugarle al calor y llevar siempre suficiente hidratación.


 
 
 

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Comunicador Social - Periodista. Desde los inicios de mis estudios profesionales encontré en el lenguaje de la imagen un camino de expresión y de correlación con el mundo, con la gente, con el universo mismo.

Este blog es esencialmente pasional, es esencialmente el resultado de la suma de esos instantes que han desfilado ante mis ojos y que por la alquimia de la fotografía, hoy permanecen vivos en cada historia narrada o mostrada.

Abierto a conocer nuevos destinos, nuevas experiencias y todas las invitaciones que deseen hacerme a compartir con ustedes, con sus gentes, con sus geografías.

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