BARRIGONES DEL CHICAMOCHA - La Ruta Hacia La Sagrada Familia-
- Mauricio Olaya
- 14 ene 2017
- 4 Min. de lectura

No cabe discusión alguna cuando se trata de identificar y darle el título a la Cavanillesia chicamochae, popularmente conocida como la Ceiba Barrigona o mas sencillamente la barrigona, como el árbol de Santander.. De hecho, su condición de especie endémica del Cañón del Chicamocha y sus montañas aledañas, ya le valida esta nominación.
Esta especie caracterizada por la particularidad de su tronco engrosado en la base que bien dibuja la forma que le vale su referencia popular como barrigón, hace parte de una gran familia extendida por distintos continentes en aproximadamente 20 géneros y 180 especies, siendo la mas conocida de ellas el llamativo baobab, que le diera protagonismo Antoine de Saint-Exupéry en su célebre obra El Principito, en la que fuera descrito como ¨el árbol al revés¨.
La fortuna estuvo de mi lado cuando por cuestiones del buen trazado del Gran Arquitecto, se me cruzó en el camino el abogado y ex juez Pedro José Ribero Ferreira, el hombre que mas conoce, ama y sublima esta especie y el encargado de convertirlo en protagonista de muchas miradas, incluida por supuesto la mía, cuando ya hace casi un seis años, me invitó a conocerlos de cerca, en una aventura casi de iniciación a esa logia particular de la poética de la observación y la reverencia a estos gigantes y deformes fantasmas del Chicamocha.
Tengo el compromiso de hacerlos partícipes a cada uno de ustedes amables seguidores de este blog de cada una de estas visitas. Por hoy la primera ruta a esta aproximación a este universo particular de la vida entre la aridez de las montañas de nuestro insigne universo, es la que el propio Pedro Rivero ha bautizado como La Ruta Hacia La Sagrada Familia.
COMIENZA EL CAMINO
La primera, casi que fundamental recomendación es madrugarle al sol, pues no sobra subrayar que uno de los principales enemigos del caminante del Chicamocha son las fuertes y elevadas temperaturas que literalmente calcinan al osado visitante que ronda por sus solitarias breñas.
Y así, apenas despuntando el día nos ubicamos en cercanías al peaje de Pescadero, desde donde tomamos la trocha que es hoy ruta caminera hacia el Corregimiento de Umpalá, del municipio de Piedecuesta. Una primera parte del camino en una travesía suave, acompasada por el sonido y la frescura que se desprende del correr de las aguas del Río Manco, en su trayecto final hacia el Río Chicamocha.
Tras una hora de camino, comienza un ascenso muy ligero al paso del caminante con alguna trayectoria, para ascender a una pequeña planada sembrada de tabaco, donde con certeza si se acerca a la única casa que se encuentra en esta parte del trayecto, allí lo recibirá un tinto campesino (endulzado con panela, a decir verdad, mas panela que café) o en su defecto, un reparador guarapillo de cáscara de corozo.
A esta hora el calor comienza a tomarse el ambiente y la absoluta ausencia de sombra alguna a pasar su respectiva cuenta de cobro, al momento que quizá la primera recompensa asoma con los primeros barrigones, que aunque a considerable distancia, nos sirven de prólogo visual para emocionar el espíritu.
EL ENCUENTRO
Un paso algo complicado por un sector donde el camino parece querer confundirse con la inclinada ladera, para llegar finalmente a un sector que popularmente es llamado ¨volcan¨ y que en términos de la realidad, no se trata de otra cosa que un derrumbe extenso del terreno escurrido desde lo alto de la montaña. Allí como dicen los abuelo, comienza Cristo a padecer.
Las botas bien ajustadas, segundo factor de alta recomendación y a hacer valer la fuerza de las piernas y el impulso del corazón, que en este momento retumba hasta en las sienes como redoblante mayor. La escurrentía de arena y piedra suelta se alía contra la voluntad del caminante, el calor aumenta, el sol impera y el sudor se desprende de cada poro del cuerpo y a contera, aparece una ¨amiga¨ muy conocida entre estas escarpas: la pringamosa, una planta que al menor descuido si se llega a tocar, revierte en una impresionante urticaria que no tiene contra alguna que el aguante, pues rascar lo único que logra es acentuar el efecto.
Pero no seamos pesimistas y saquemos la parte bonita de la historia. Cuando los pies están fijos en algún sector que lo permita, la invitación es a mirar hacia atrás y gozar del espectáculo de formas y volúmenes del Chicamocha revelado en toda la dimensión esotérica que provee el sentimiento del observador que goza de rendir tributo a la madre naturaleza.
Y luego llega el premio. Aparece el ¨nido¨ de barrigones que como es su naturaleza, se distribuyen en pequeños núcleos. Allí para el goce de la vista y meta alcanzada para el fotógrafo que comienza en forma su tarea, están a la vista los primeros árboles que es hora ya de agregar cada uno de ellos tiene nombre propio en la poética de la observación particular de Pedro Rivero. Así el primero en aparecer lleva por nombre ¨Genuflexión¨, que como su nombre bien lo sugiere, representa la figura inclinada de quien se rinde al tributo rodilla en piso.
Metros arriba, se encuentran ¨Maternidad¨, ¨Hijo Pródigo¨ y ¨Oropel¨, cada uno de ellos sujetos de convertirse en modelos inmóviles para el disfrute del fotógrafo que no para de obturar, a pesar de que el agobiante calor pareciera sugerir el descanso y la prudencia ante la amenaza de deshidratación que a esta hora exige no dejar de honrar la tenencia del preciado líquido.
Y al final, el encuentro con ¨La Sagrada Familia¨: madre, padre y dos hermanos barrigones, todos juntos, levantando sus brazos hacia la libertad del profundo cielo azul que los abriga. No hay remedio distintos a extasiarnos en el placer de hacer lo que mas motiva el rendir tanto esfuerzo. Click tras de click, obturación una detrás de la otra. El espectáculo lo amerita y el premio no es otro que el poder conservar tanto en nuestra memoria, como en nuestro archivo, este espectáculo regalo de la natura, solo para los ojos de quien ose vencer las barreras que los aislan del mundo profano de la civilización de los ciegos que tan perfectamente describe Saramago.
Llega el retorno, no menos complejo que la búsqueda del tesoro, ahora montaña abajo, retando los talones a no ceder ante la arena y la piedra ligera, con el gran aliciente interno de la misión cumplida.

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